"El significado del dolor difiere mucho, según la manera en que se perciba", opina el doctor Raymond Houde, jefe de investigación de fármacos contra el dolor en el Centro Oncológico Memorial Sloan-Kettering, de la Ciudad de Nueva York. El temor, la ansiedad y el estrés pueden hacer que el dolor parezca peor de lo que en realidad es. El dolor producido por el cáncer, explica, a menudo se magnifica, porque se interpreta como señal de desastre.
La esperanza y el buen ánimo, por lo contrario, pueden hacer que el dolor parezca menos intenso. Durante la Segunda Guerra Mundial, el investigador del dolor Henry Beecher noto que los soldados norteamericanos heridos durante la batalla de Anzio necesitaban mucha menos morfina que los civiles con lesiones similares.
La presunta causa de esto, ahora conocida como el "efecto Anzio", era que, para los civiles, las heridas constituían fuente de ansiedad, en tanto que para los soldados significaban el regreso a casa.
Los médicos saben desde hace mucho que si al paciente se le asegura que se recuperara y se le trata con comprensión, el dolor a menudo desaparece. De igual modo, una simple píldora de azúcar, o placebo, recetada en vez de fármacos, puede tener efecto curativo. Unos investigadores de la Universidad de California han demostrado que el efecto del placebo se debe, en parte, a la estimulación del sistema de endorfinas del organismo.
Cuando se inhibe la acción de las endorfinas mediante un potente bloqueador opiáceo es posible que los placebos no surtan ningún efecto. Por desgracia, el elemento psicológico en el dolor crónico induce con frecuencia a los médicos a hacer caso omiso de las quejas de los pacientes.
Pero, según el psiquiatra Anthony Bouckoms, del Hospital General de Massachusetts, en Boston, solamente alrededor del cinco por ciento de enfermos de este tipo son hipocondriacos o histéricos.
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